Tardes de Miel y Canela

Mientras camina el agua por las calles mojadas,
Voy dejando al olvido que pincele nostalgias,
Y entre gotas sonoras que derraman su frío,
Hoy te echo de menos bajo un cielo que empapa.

No he dejado el recuerdo de tus tardes de besos,
No he dejado de lado y a la orilla del tiempo,
El sabor de tu boca que mojaba mis labios,
Ni he lanzado a algún fuego el sabor de tu aliento.

Y aun me siguen quemando en el borde del alma,
Su calor aun se funde como un sol fluorescente,
de colores, y luces, de ilusión y esperanza,
Locos besos testigos de amor adolescente.

Hubo más de una noche, triste noche confieso,
Que mi sol no brillaba y sentía tu olvido,
Más mi amor fue constante y grabado en mi pecho,
declaraba su amor imperioso y cautivo.

He podido olvidarte pero no, no he querido,
No he soltado tu risa que ilumina mis ojos,
No dejé a los recuerdos que empañaran mis días,
Y he vivido soñando que te amaba a mi antojo.


Y en la dulce agonía de no verte, aun he sido,
Consecuente con todo lo que tú suponías,
Y no he echado al olvido ni uno solo de aquellos,
Besos dulces, eternos, temerosos, queridos.

Fue fugaz el instante, hoy lejano aquel tiempo,
En que aquellas tus olas chocaban tras mi playa,
Donde brilló mi sol un día y para siempre,
Donde tendí en la arena mi amor ilusionada.

Donde nos devoramos sedientos de caricias,
Empapados de sal, de sol y tempestades,
Bañados por la luna, el mar y descubriendo
Que el alma se puede quedar quieta en otro tiempo.

Que un amor no se olvida, como un ave que pasa,
Que se enreda en nosotros con sus redes de sueño,
Que allí vive, que late, que palpita y que basta
Un suspiro del aire, un instante, un recuerdo.

Y es entonces que un brillo nos levanta la vista
Hacia el alma que habita en el duende del viento,
Y comprendo que nunca te he dejado al olvido
Y compruebo que siento todo aquello que siento.