martes, 5 de marzo de 2013

La Máquina



Tras el tintinear del teclado, su mirada se perdía entre las cuadriculadas letras negras que iban formando palabras amontonadas en la pantalla.

Era otro día más, punto y seguido de una monotonía que rayaba entre lo aburrido y lo cotidiano.

Sentada frente a aquella máquina pensaba que existía un mundo distinto detrás de aquel visor gris y negro al que le dedicaba tantas horas de su vida.

Un minúsculo aparato que se había convertido en un compañero triste y poco enriquecedor que ya no le ofrecía más que sueños desvencijados y aburridas mañanas de aburridas búsquedas. A través de él intercambiaba datos y a través de él se suponía que tomaba contacto con el resto del mundo, personas anónimas unas y desconocidas otras, que le hablaban de paisajes lejanos, chistes políticos y pocos detalles personales, en un ir y venir de presentaciones y vídeos se comunicaba con algunos que nunca llegaría a conocer y con otros que habían salido de aquel mundo virtual para convertirse en alguno de los pocos amigos con los que contaba.

La vida real le había demostrado que la gente a veces se esconde mejor detrás de la pantalla que cara a cara y aquellos a los que creía amigos, se habían esfumado en la sombra, en una sombra densa y lejana, inalcanzable como aquellos paisajes que asomaban a sus ojos en los miles de correos que recibía de todas partes.


El ruido tan particular y ya conocido del encendido, aquella mañana se había transformado en un sonido hueco y tan diferente que llamó parcialmente su atención, reseteó la máquina, posiblemente el día anterior no se habría apagado de manera correcta. Sin embargo, esta vez le pareció oír un zumbido diferente.

Las infinitas horas de los parsimoniosos días delante de aquel aparato le habían hecho conocer a la perfección cada sonido, cada letra, cada imagen y cada página.

El engranaje mismo de las entrañas del ordenador era algo habitual porque su vida estaba unida a él, como la comunión perfecta.

En su soledad empezó a sentirse unida a aquella máquina y sus ojos empezaron a adaptarse de manera casi mágica al tamaño de la pantalla que destellaba una luz grisácea y tenue envolviendo sus más profundos sentimientos.

No fue consciente de la tensión que fue sintiendo en la espalda ni de cómo sus dedos empezaban a estirarse de manera pronunciada y adaptándose de manera casi perfecta a las pequeñas celdillas de las letras.

Sus oídos dejaron de sentir las voces del entorno y una música casi silenciosa al principio y subiendo progresivamente el volumen después, fue atrapando sus sentidos y negando el resto de los sonidos, las piernas empezaron a tambalearse en un rígido y acompasado ritmo que las terminó dejando bloqueadas frente a la mesa y los brazos en perfecto ángulo recto quedaron tensos incapaces de dirigir la orden que el cerebro marcaba sobre el teclado.

Absorta por la música que seguía infatigable sus acompasado ritmo, fijos los ojos en la pantalla, un destello de luces guiaba sus ojos hacia la profundidad de aquel oscuro y negro pozo que se abría de las entrañas de la máquina y que parecía engullir todos sus pensamientos.

En un instante el mundo dejó de oírse, una sombra se proyectó entre la tenue película que separaba lo real de lo virtual y sintió que era absorbida en un espiral de luz mientras sus manos y su cuerpo se dejaban llevar en un incesante torbellino del que no podía resistirse. Incapaz de hacer frente a la fuerza magnética que la atraía, atravesó la pantalla y se lanzó tras aquel mundo de cables, fusibles, bombillas y sueños…y tras aquel sueño, el suyo… fue devorada por la máquina.

Las sombras de la noche dejaron paso a la luz del día, en aquella habitación la máquina permanecía apagada y muda y sobre la mesa una pequeña gota de agua, algo parecido a una lágrima se extendía rodando por la mesa.

2 comentarios:

  1. Uf, que susto!!!
    Un relato muy bien llevado hasta final y con una alegoria que hoy dia es muy cierta.
    Un abrazo

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  2. Me gusta que te haya tenido en vilo!!! Un abrazo

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