lunes, 18 de julio de 2011

La llave

La casa solariega destacaba en la penumbra de la noche, nos recibió con ese crujir de puertas que le da un toque siniestro a todo lo que es antiguo y está rodeado de historias del pasado. 

El chirriar de la escalera nos acompañó hasta el primer piso, donde tras una puerta, una gran cama aparecía escoltada por dos imágenes enormes que desde la pared nos miraban con unos ojos serios y esquivos que no permitían descubrir si se trataba de algún retrato infantil o de un personaje adulto, pero que en la negrura de la pincelada ponían una nota aún más tétrica al conjunto de la habitación.

Un cuarto de baño contiguo nos esperaba con aquella bañera cuadrada de mármol blanco, tan fría y desagrable como la sensación que teníamos en aquel momento. Los grifos parecían resonar al compás de miles de violines mientras dejaban caer el chorro de agua que parecía provenir del mismisimo fondo de la tierra. 


En la habitación, un armario de caoba tan negro como la noche, alargaba su majestuosidad hacia el alto techo de la habitación terminando en un firulete que en la oscuridad se tornaba en una diabólica cara que parecía sonreirnos al unísono acompañada de los ojos de aquellos dos retratos guardianes.

Apenas pegué ojo en toda la noche, las niñas apretadas a mi lado, el calor de la habitación y el constante paso de los vehículos que circulaban por la calle, no me permitieron descansar salvo un par de horas en las que soñé con aquellas caras que nos observaban y que me hicieron meditar sobre quienes habrían sido y cual fue su destino.

El armario cada vez más oscuro parecía guardar más oscuros secretos. Ni que decir que ni lo abrimos, la ropa permaneció en la maleta esa noche y lo más necesario fue colgado de la llave que sobresalía de una de las puertas.

A la mañana siguiente, la luz dio un giro total en la apariencia de la casa y nos descubrió su hermosura y su historia, cambiando la negra percepción que tuvimos de ella y vistiendola de otro color hasta convertirla en una casa hermosa, llena de patios verdes, frescos y encantadores.

Solo fue una noche, pero nos hizo comprender como cambia el concepto de las cosas según la luz con la que lo miramos. 


Descolgamos los trajes y hasta nos atrevimos a abrir el armario, alli dentro no habia más que un par de perchas que hasta nos hicieron sonreir. Salimos de aquella casa, contentos de haberla visitado y nos dirijimos de nuevo a la nuestra.

Al llegar y mientras guardaba los vestidos que venían con su funda, un ruido seco y metálico me hizo mirar  hacia el suelo, allí quieta y de un tamaño considerable, estaba la llave del armario. Ya no había forma de devolverla y aunque en última instancia pensé en mandarla en un sobre, algo en mi interior me hizo pensar que aquello tenía un mensaje del más allá. Quizás por algún motivo yo tenía que tener esa llave. Quien sabe si me la habían dado aquellos dos personajes del cuadro para que me diera suerte.

Lo cierto es que la conservo aún hoy día y aunque suene extraño y hasta paradójico, suelo frotarla cuando tengo un deseo o necesito buen augurio para algún acontecimiento, y creo, que la llave....abre mis sueños.

Yo quizás la he rodeado de magia, ¿o quien sabe si tal vez la magia está dentro de ella misma???

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