lunes, 16 de mayo de 2011

Mi padre adoraba a mi madre, su relación fue un total flechazo que duró toda sus vidas. La llamaba Glorita y le dedicaba poemas que aún conservo. Él poseía esa elegancia innata que solo tienen algunos hombres y que es fácil de ver en algunos artistas de cine. Era lo que se dice en Argentina, un tipo pintón, sin embargo solo tenía ojos para mi madre y seguramente si él hubiese faltado primero no hubiese nunca superado su ausencia, lo mismo que le ocurrió a ella.

Hay pérdidas que Nunca se superan...


Estaban complementados y fueron una de esas parejas perfectas que encajan fiisica y mentalmente. Mi madre sabía como convencerlo, era una mujer con una dulzura y serenidad que siempre quise haber heredado. Tenía las palabras justas en cada situación y te desarmaba con aquellos ojos grandes y verdes llenos de bondad que acompañaba con una boca admirable donde los dientes blancos y en perfecta alineación ponian un broche de perlas nacaradas en su sonrisa.


Yo solía sentirme molesta al verlos abrazados por la calle ya que mi padre siempre rodeaba su hombro y parecía no rozarla como quien lleva un tesoro a su lado y decide protegerlo. Las fotos que conservo de ellos siempre mantienen la postura similar, él rodeandola o mirándola con una sonrisa cómplice y ella devolviendole la sonrisa.


Dios cuanto los echo de menos. Tantas veces se me viene a la cabeza aquella canción hermosa y terrible a la vez que dice: "Que no daría yo por empezar de nuevo... Volar hasta los brazos de mi padre, y descubrir el brillo en su mirada....". Que no daría yo, por verlos asi abrazados por la calle como antes y arrancar de mi la terrible culpa de sentirme mal tantas veces al verlos en esa actitud cariñosa.


Y lo que son las cosas, hoy es asi como los recuerdo y no quisiera nunca olvidarme de sus caras, de sus ojos, de su sonrisa. Quiero que siempre sigan abrazados en mi recuerdo, abrazados a mi alma y que nunca el olvido los haga separarse de mi, porque de esta manera los sigo sintiendo aunque ya no estén. Quiero creer que siguen asi, estén donde estén porque asi es como siguen viviendo en mi corazón y un día quizás me funda con ellos también en un eterno abrazo.


Qué no daría yo por empezar de nuevo
a pasear la arena de una playa blanca.
Qué no daría yo por escuchar de nuevo:
¡esta niña que llega tarde a casa!

Y escuchar ese grito de mi madre,
pregonando mi nombre en la ventana,
mientras yo deshojaba primaveras
por la calle mayor y por la plaza.

Qué no daría yo por empezar de nuevo
para contar estrellas desde mi ventana,
vestirme faralaes y pasear la feria
hasta sentir el beso de la madrugada.

Volar hasta los brazos de mi padre,
y descubrir el brillo en su mirada
para luego alejarme lentamente
a un tablao a bailar por sevillanas.

Qué no daría yo por escaparme
a un cine de verano donde alguien
me daba el primer beso de amor.

Qué no daría yo por esta tarde
sentada junto a él en ese parque
mirando cómo se moría el sol,
y oyendo el suspiro del mar.


3 comentarios:

  1. ¡Qué hermoso recuerdo de tus padres!, has hecho que me emocione, Susana.

    Mil besos.

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  2. Qué divina historia de amor, ojalá se repitiera en cada uno de los seres humanos hoy y siempre, aunque sea un poquito, que se viva y ame intensamente el uno para el otro como corresponde o hasta que Dios mande.
    Besitos Su.

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  3. Se ve que heres muyyyy sensible sigue como heres en realidad es lo que queda, soy de Sevilla, pero criada en Uruguay . un abrazo.
    doris-miscosillas.blogspot.com

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